Ruta de Los Volcanes. PISTA 01
Lanzarote, de 807 km₂ de superficie, es de origen volcánico. Esta isla se alzó sobre el océano hace unos 25 millones de años como resultado de la acumulación de los materiales procedentes de repetidas erupciones.
La zona del Parque Nacional de Timanfaya que ahora visitamos, Las Montañas del Fuego, se encuentra ubicada en el suroeste de la isla, siendo una pequeña parte de los 172 km₂ cubiertos por materiales volcánicos de las erupciones acaecidas en los siglos XVIII y XIX.
Entre 1726 y 1730 se produjeron frecuentes temblores de tierra y ruidos subterráneos que ocasionaron el pánico de los habitantes del interior de la isla, huyendo en busca de refugio hacia Teguise y Arrecife.
La erupción comenzó a finales del verano de 1730, al atardecer del primero de septiembre. Los acontecimientos que sucedieron entonces han quedado registrados en las crónicas manuscritas de un testigo de excepción, el cura de Yaiza, Don Andrés Lorenzo Cuberlo, quien relata:
Entre las nueve y las diez de la noche la Tierra se entreabrió de pronto cerca de Chimanfaya a dos leguas de Yaiza. Durante la primera noche, una enorme montaña se elevó del seno de la tierra y de su cima se escaparon llamas que continuaron ardiendo durante 19 días. Había dado comienzo el proceso volcánico más importante de los producidos en época histórica en Canarias. Duró seis años con fases de distinta intensidad a lo largo de los cuales ríos de lavas a más de 800 grados centígrados de temperatura e ingentes lluvias de cenizas destruyeron todo vestigio de vida.
Asociados a la base de muchos de los volcanes originados durante la erupción se abrieron fracturas por las que fluyeron verdaderos y caudalosos ríos de lava. El Manto de la Virgen es el ornito más emblemático del Parque Nacional de Timanfaya. Estas estructuras se forman cuando la acumulación de gas en el interior de los túneles por los que fluye la lava es tal que puede deformar el techo y permitir la salida de materiales incandescentes y gases a gran presión.
Las erupciones de Timanfaya son de tipo fisurables, es decir, se abre una enorme fisura de varios kilómetros de longitud dejando salir por ella ingentes volúmenes de lava. Estas lavas rellenaron las depresiones y nivelaron las desigualdades del terreno, dando lugar a una superficie más o menos horizontal.
Los conos volcánicos se forman por la acumulación del material que se deposita alrededor de los puntos de emisión.
Pese a la multitud de conos y bocas eruptivas, en Timanfaya las coladas dominan en el paisaje.
Desde los cráteres brotan un sin fin de lenguas de lava que se unen y enlazan entre sí para formar el inmenso mar de lava que ocupa una cuarta parte del área central de la isla.
Las coladas lávicas se extendieron hasta la costa llegando a recorrer en determinados puntos distancias en torno a los 20 kilómetros. Al contacto con el agua del mar, levantaron formidables columnas de vapor y penetraron en el océano aumentando de esta forma la superficie de Lanzarote.
Ruta de Los Volcanes. PISTA 02
Cada vez que los hombres creían que el fuego de las montañas se había acabado, nuevas fisuras se abrían y las erupciones parecían recobrar sus fuerzas. En el histórico manuscrito del cura de Yaiza, leemos el siguiente relato:
El 18 de octubre de 1730, tres nuevas aberturas se formaron encima de Santa Catalina y de sus orificios se escapan masas de humo que se extienden por toda la isla, acompañadas de una gran cantidad de escorias y cenizas que se reparten por todo alrededor. Las explosiones que acompañaron a estos fenómenos, la oscuridad producida por la masa de cenizas y el humo que recubre toda la isla, forzaron en más de una vez a los habitantes de Yaiza a tomar la huida.
Las corrientes de lava y las lluvias de arenas volcánicas destruyeron totalmente una treintena de caseríos, quedando otros veinte núcleos de población seriamente dañados. Se perdieron también importantes áreas de cultivo, las cosechas, los pajeros, los sistemas de captación de aguas, así como una parte de los pastos y de la cabaña ganadera.
La esperanza de los habitantes de la isla se fue perdiendo poco a poco, hasta que por fin dejaron estos parajes y huyeron a otros sectores de la isla o fuera de ella. Se estima que tan solo unos cinco meses después del inicio de la erupción había emigrado de Lanzarote casi la mitad de la población. En algunos momentos se planteó incluso la evacuación total de la isla. Todo el territorio estaba poblado de lugares y caseríos de muy poco vecindario que en pequeñas agrupaciones se extendían por toda la comarca y que fueron destruidas, estas eran Tingafa, Mancha Blanca, Santa Catalina, Peña Paloma, Maretas, San Juan, Jaretas, Timanfaya, Testeina, Rodeos y Mazo.
Hoy, casi tres siglos después la vida late ya en medio de la lava abriéndose camino con fuerza expansiva. Se han descrito casi 800 especies de animales y plantas, la mayoría terrestres y el resto marinas. Los organismos que viven directamente sobre la roca son aves, lagartos y sobre todo, varias especies de líquenes y unos curiosos insectos de vida nocturna que se alimentan de las partículas microscópicas transportadas por el viento. Se trata fundamentalmente de escarabajos y grillos muy parecidos, posiblemente, a los pioneros que llegaron a la isla hace millones de años, cuando Lanzarote emergió sobre las aguas.
El animal más grande conocido es una ave carroñera, denominada guirre, que nidifica algunos de los cráteres de Montañas del Fuego y el más pequeño, un diminuto insecto cavernícola de menos de 1 mm de longitud.
De los conos volcánicos surgieron coladas de lava muy fluidas que se derramaron hasta la costa. En algunas de ellas, los caudalosos río de fuego discurrieron por cauces subterráneos, a través de los cuales hoy podemos ver las entrañas rojas y negras de las coladas. Pétreas estalactitas y estalagmitas son los testigos mudos del dinamismo detenido de los flujos ardientes de lava.
Ruta de los Volcanes. PISTA 03
El paisaje de Timanfaya aparenta ser un desierto donde la aridez y fluctuaciones de temperatura entre el día y la noche, de hasta 20 grados, hacen que sea muy difícil ver algún
animal y solo puedan observarse pequeñas plantas crasas o espinosas, como en este paisaje del Valle de la Tranquilidad donde el tiempo parece haberse detenido oprimido por el intenso calor. Los materiales dominantes son cenizas volcánicas emitidas durante la erupción, cuya textura contrasta con la de las coladas magmáticas que vimos en el Mar de Lava. En estas zonas solo enraízan escasos vegetales y hasta los líquenes son raros.
Los volcanes que forman el Parque Nacional de Timanfaya corresponden a erupciones efusivas de una magma basáltico y son, en cierta forma, semejantes a las que tienen lugar en Hawái. Estos volcanes emiten volúmenes importantes de lavas, proyectando moderadas cantidades de cenizas a pocos centenares de metros de altura, arrastradas por el viento depositándose alrededor de los centros de emisión.
En la base del Macizo del Fuego se encuentra un laboratorio para el estudio de la actividad volcánica de Timanfaya. En este observatorio se hace el seguimiento continuo de la actividad sísmica, la deformación y de las emisiones térmicas y de gases.
Durante la subida al Macizo del Fuego, puede observarse claramente el carácter fisural de la emisión. Todos los centros de emisión están alineados a lo largo de una fractura. Una vez finalizada la erupción, los materiales emitidos se enfrían y durante mucho tiempo se siguen produciendo emisiones de gases, esto da origen a diferentes fenómenos de alteración superficial que se traducen en una gran variedad de colores.
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El núcleo principal de la erupción fue el Macizo del Fuego, en el cual nos encontramos, cuyo punto más alto está a 525 metros. Este volcán se halla cubierto de escoria y cenizas pertenecientes a las erupciones del siglo XVIII. Pudiendo apreciarse en la cresta zonas más viejas que no quedaron totalmente cubiertas por las lavas modernas. Estas se denominan islotes y en ellas habitan muchas de las plantas y animales que sobrevivieron al cataclismo volcánico y que luego se han ido expandiendo lentamente por los nuevos sustratos con verdadero afán colonizador. Este complejo edificio se construyó a partir de una decena de puntos eruptivos, la base del Macizo Volcánico se abrieron fisuras eruptivas a través de las cuales fluyeron abundantes canales lávicos. Desde el núcleo principal de la fractura, volcanes de gran belleza plástica se extienden hacia Oriente y Poniente como el corazoncillo, que constituye uno de los ejemplos más espectaculares de todo el área Timanfaya.
Como vemos, se trata de un cono anular que posee un cráter central único de más de 500 metros de diámetro y de 170 metros de profundidad. El fondo del cráter se hunde a 100 metros por debajo de la base externa del edificio.
La soledad y la quietud de estas cáusticas montañas imponentes cráteres y profundas calderas es absoluta y durante el día la vida pareciese inexistente si no fuera por la presencia de líquenes tapizando las rocas y añadiendo un cromatismo nuevo a la negrura de la lava. De noche, en cambio, una horda de millones de insectos pululan entre las piedras en busca del manar alimenticio formado por la materia orgánica transportada por el viento. Al no haber depósitos de tierra casi no crecen plantas, salvo en algunos lugares donde se acumula un polvo amarillento cuyo origen está en las lejanas tormentas de arena del Sahara que ocasionalmente enturbian la atmósfera sobre Timanfaya provocando una lluvia de partículas que cubren el suelo con una capa de hasta 2 kilos de polvo por metro cuadrado.
Las últimas erupciones acaecidas en Lanzarote tuvieron lugar en 1824 y estuvieron presididas de un largo periodo preparatorio de diez años durante los cuales se registraron en la isla numerosos terremotos de mediana intensidad.
Esta erupción se inició cerca del Isolte Hilario, volcán nuevo del fuego o Chinero y se desarrolla a lo largo de una fisura eruptiva paralela a la de Timanfaya. Discurriendo sus lavas por encima de las emitidas en el siglo XVIII.
Se caracterizó principalmente por la gran fluidez de sus lavas y en especial por los chorros de agua salada muy caliente que durante días salieron por los cráteres a modo de enorme géiseres de hasta 30 metros de altura. En uno de estos cráteres quedaron unas oquedades conocidas como cimas del diablo, por donde los científicos han conseguido descender por delgados pasadizos verticales hasta un centenar de metros de profundidad, punto en el cual la estrechez y el calor impiden la progresión humana.
Y como final de este recorrido, llegamos al Islote de Hilario. La zona en la que se desprenden emanaciones caloríficas de mayor intensidad y cuyo nombre recuerda a aquel ermitaño, Hilario, que frecuentó dicho islote durante más de cincuenta años sin otra compañía que no fuera la de su camello. Cuentan que Hilario plantó una higuera, que aunque pegó, jamás dio fruto alguno porque la flor no podía alimentarse de la llama.
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