La Cueva de los Verdes: viaje al corazón de los volcanes
28/04/2018
Entrar a una cueva es siempre una aventura. Hacerlo en una de origen volcánico, un privilegio.
La Cueva de los Verdes -ubicada en Haría, al norte de Lanzarote- atrae cada año a miles de turistas. Unos pocos curiosos nos encontramos ahora mismo en la entrada. Queremos acceder a las entrañas de este accidente geológico único en el mundo. Sentados en un muro de piedra volcánica, esperamos a que la guía nos abra las puertas de este secreto.
Entrada a la Cueva de los Verdes
Descendemos por las escaleras, uno tras otro, como hormiguitas, hacia el interior de la gruta volcánica. Ya me sientoparte de una aventura porque el espacio se ha vuelto estrecho. Me agacho en varias ocasiones, aunque cualquier persona con una movilidad estándar es capaz de atravesarlo.
Mi piel comienza a notar el frescor generalizado dentro de la cueva. Una agradable temperatura de entre 17º y 19º se mantiene establea lo largo de todo el año, con independencia del clima exterior. De pronto, el túnel se abre, inmenso: hemos alcanzado la primera parada. Y la guía aprovecha para contarnos algunas anécdotas sobre la cueva.
Colores y texturas de la Cueva
Resulta sorprendente que las paredes de lava negra contengan trazas de color blanco, rojo y amarillo. ¿A qué se deben estas tonalidades? «A los minerales que las componen», nos cuenta la guía. Las concentraciones de carbonato cálcico resultan en un tono blanquecino, mientras que el color rojo delata la presencia de hierro, y el color ocre lo producen los fosfatos.
Continuamos esta caminata de una hora. Agacho la cabeza y me fijo en los hermosos estafilitos que cuelgan del techo, esos goterones que parecen estalactitas pero son de lava solidificada. El hilo musical va marcando nuestros pasos. Unas suaves notas de percusión retumban en las cavidades, como algo muy primitivo que nos va adentrando en la profundidad de la Tierra.
El origen de la Cueva de los Verdes
Hace más de 3.000 años, según estiman los geólogos, este terreno no era más que una hendidura en la montaña. Al estallar el Volcán de La Corona, la lava se concentró en este valle y corrió en forma de río hasta alcanzar el mar. El enorme contraste entre temperaturas hizo que una costra rocosa se solidificara en el exterior, mientras que el magma interno continuó fluyendo muy caliente en dirección al mar.
Una vez que el Volcán de La Corona vomitó todo su magma en el frío del océano, este tubo volcánico de 7,6 km de longitud, denominado Túnel de la Atlántida, se quedó hueco. ¿Y qué pasó después?
Bueno, la guía nos desvela que durante los siglos XVI y XVII mucha gente de Lanzarote se escondía en la cueva para huir de los ataques de los piratas provenientes del norte de África. También sabemos que una familia apellidada Los Verdes guardaba su ganado en la zona. De ahí que hoy la sigamos llamando la Cueva de los Verdes… Más tarde, en el siglo XIX, viajeros y científicos europeos escudriñaron con fascinación este accidente volcánico, y no sería hasta el próximo siglo cuando se transformó en la actual Cueva de los Verdes…
Jesús Soto, Maestro de la luz
La Cueva de los Verdes abrió sus puertas en 1964 como parte de los actuales Centros de Arte, Cultura y Turismo. Un año más tarde, el Cabildo de Lanzarote encargó al majorero Jesús Soto que colocara unas bombillas y acondicionara mínimamente la cueva para que espeleólogos y arqueólogos pudieran entrar a investigar. Pero el artista fue más allá. Aplicó sus conocimientos de iluminación para subrayar con luces y sombras el sinuoso recorrido de la lava, y extrajo luminosidad y dramatismo de la roca volcánica.
Soto creó una visita geológica espectacular y única, digna de miles de visitas turísticas anuales, pero también respetuosa con el medioambiente. Y fue por esta razón, entre muchas otras, que la UNESCO concedió a Lanzarote y su Archipiélago Chinijo la prestigiosa distinción de Geoparque.
Si quieres conocer más sobre el trabajo de Jesús Soto, visita su colección permanente en los Jameos del Agua.
¿Un auditorio dentro de una Cueva?
Llegamos al Auditorio de la Cueva de los Verdes, una sala coronada por un piano rodeado de sillas, donde a menudo se celebran conciertos en vivo. Si ya es raro poder acceder al interior de un tubo volcánico, pensar que exista un auditorio en su interior resulta directamente inverosímil… En este escenario natural, el público se sitúa a tan solo unos metros de los artistas. Las paredes volcánicas conforman la escenografía. Y la increíble acústica de la cavidad es sencillamente imbatible.
Último tramo de la Cueva de los Verdes
Dejamos atrás el Auditorio y subimos a la galería superior. Aquí es donde nos cuentan El Secreto de la Cueva, pero no te haré ningún spoiler. Los que ya lo conocemos, lo protegemos con cariño para que los próximos visitantes disfruten de él como hicimos nosotros.
De camino a la salida, la guía nos enseña la Cabeza del Monstruo, una estructura morfológica de grotescas formas que sin duda dará algún susto a los más peques de la excursión. Es entonces cuando una luz cegadora comienza a inundar nuestras pupilas, como si la realidad de la superficie nos despertara de un dulce sueño: el universo de fantasía que la Cueva de los Verdes encierra en su corazón.
Autor: Alberto Santana