César Manrique fue el artista, pintor, escultor, paisajista y creador universal que desarrolló en Lanzarote, su isla natal, la máxima expresión de la unión del arte, la mano del hombre y la naturaleza.
Nació el 24 de abril de 1919 en Arrecife, y desde muy temprana edad, manifestó su facilidad para el dibujo y su admiración por autores como Picasso, Matisse o Braque. Su infancia transcurrió entre El Charco de San Ginés y La Caleta de Famara, lugar que inspiró su posterior vínculo con la defensa del patrimonio natural de la isla.
Siendo muy joven participó en la guerra civil española, donde vivió una experiencia atroz de la que nunca quiso hablar. Posteriormente empezó a estudiar Arquitectura Técnica en la Universidad de La Laguna, pero después de dos años abandonó la carrera para trasladarse a Madrid, donde gracias a una beca, ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando.
Se graduó como Profesor de Arte y Pintura en 1945, haciendo entonces sus primeras intervenciones en Lanzarote y exponiendo su pintura con frecuencia, tanto dentro como fuera de España.
En 1964 se trasladó a Nueva York, la meca del Arte Moderno por entonces, donde pudo enriquecerse de las corrientes artísticas del momento, exponiendo, entre otras, en la Galería Catherine Viviano. El conocimiento directo del expresionismo abstracto americano, del arte pop, de la nueva escultura y del arte cinético le proporcionaron una cultura visual que sería fundamental para su trayectoria creativa posterior.
Sin embargo, Manrique comienza a añorar la exultante naturaleza volcánica de Lanzarote, así como la pureza y la bondad de sus habitantes en comparación con la sociedad de Nueva York, a la que percibía frívola y artificial, dándose cuenta de la imperiosa necesidad del ser humano de volver a la tierra, palparla y olerla.
En 1966 decide regresar a la isla para instalarse definitivamente en ella. Es entonces, coincidiendo con los comienzos de la proyección de Lanzarote en la industria turística, que en colaboración al Cabildo de Lanzarote, presidido por José Ramírez, César Manrique impulsa una serie de proyectos artísticos dirigidos a poner en valor el paisaje y la belleza natural de la isla, plasmando su filosofía ética a través de rompedoras intervenciones para la época que sólo un genio podría idear.
De esta forma se elaboró un nuevo ideario estético que Manrique denominó Arte-Naturaleza, integrando distintas manifestaciones artísticas para dar lugar a singulares obras de arte sin antecedentes en España. Y junto a sus colaboradores Antonio Álvarez, Luis Morales, Jesús Soto y valiosos operarios de contrastada maestría en distintos oficios, puso en marcha un ambicioso proyecto creativo de intervención en el territorio cuyo eje principal era la preservación y el embellecimiento del propio entorno natural.
Así es como nacen los CACT: los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo de Lanzarote, que hoy en día constituyen el principal referente turístico en la isla, una combinación perfecta de arte y naturaleza que protege y enmarca la belleza volcánica lanzaroteña.
El amor que sentía el artista por Lanzarote siempre definió cada una de sus creaciones. En todas ellas, buscaba un diálogo extremadamente respetuoso y enriquecedor con el medio ambiente y la naturaleza, y a la vez, mantenía vivos los valores arquitectónicos de la tradición isleña; remarcando la personalidad de Lanzarote de forma tal que, sin su obra, sería imposible imaginar hoy en día la isla, a la que tomaba como referente fundamental no sólo en su arte, sino también en su propia existencia.
César Manrique falleció el 25 de septiembre de 1992, víctima de un accidente cuando salía en coche de la fundación que lleva su nombre. A sus 73 años, seguía plenamente activo en el mundo cultural, artístico y medioambiental de las Islas Canarias; donde su pérdida provocó una fuertísima y conmovedora sacudida.
La población de Lanzarote lo recuerda desde entonces como una auténtica explosión de vida; una contagiosa fiesta de entusiasmo que se transmitía a través de su generoso amor por el arte, por la naturaleza y por su isla.
César Manrique siempre permanecerá vivo gracias a su obra, a través de la que entregó parte de su alma, su visión de genio y su creativo corazón, haciendo de Lanzarote entera su lienzo, e impregnando los CACT de su esencia para que cada visitante, bien sea canario, conejero o viajero, pueda hoy en día recordarlo, revivirlo o descubrirlo.